ÍNDICE

SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO VI

 

 

DESPUÉS DEL 18 DE JULIO

 

 


 

Efervescencia de comentarios y actitudes

   doña María Herrero de Gallardo, lo oído de don Valentín Marichalar

   Visitantes cualificados

    don Enrique Valcarce Alfayate

    doctor don Ricardo Puncernau, conocido neurólogo de Barcelona, y el sacerdote don Luis López Retenaga   

 "Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra"

 


 

La jornada del "milagro de la forma" no pasó sin más.

Aquello dejó una larga y confusa estela; o, como decimos en castellano castizo, aquello "trajo cola"...

Algunos, a partir de entonces, sospecharon más que nunca de Garabandal (ya hemos visto la actitud en que se plantó en seguida la comisión); otros, en cambio, creyeron más que nunca en él.

Y ocurrió por primera vez (o con una intensidad hasta entonces desconocida) algo lamentable: la división del pueblo en opiniones encontradas, un cierto enfrentamiento de las familias de las videntes y hasta choques de antagonismo entre éstas.

Tenemos para esos días que siguieron inmediatamente al 18 de julio una preciosa fuente de información en las notas del abogado de Palencia don Luis Navas Carrillo. Aunque él habla con suma discreción y delicadeza, no es difícil detectar en sus apuntes que había por el pueblo una verdadera.

 

Efervescencia de comentarios y actitudes

 

"Sobre las once de la mañana del jueves 19 de julio (día de sol y bastante calor), marché a Torrelavega para llevar al tren a mi madre, a mi hermana y a una polaca, de nombre Sofía, perteneciente a la nobleza de aquella nación, pero que hoy se encuentra en el exilio, viviendo en Madrid. Yo había tenido trato frecuente con ella durante los días pasados en Garabandal y me dio la impresión de que su catolicismo era genuino, auténtico, ejemplar.

"De los muchísimos forasteros que habían llegado para el día 18, pocos quedaban ya en el pueblo: dos chicos de Reinosa, que hacían "camping" cerca de la casa de Conchita, el catedrático de Cádiz don Miguel Martínez del Cerro, con su esposa y dos hijos, y no sé si alguien más...

"Durante el viaje a Torrelavega, como es natural, cambiábamos impresiones sobre todo lo ocurrido. Me preocupaba la fuerte impresión que las apariciones habían causado en mi madre y traté de convencerla para que no pusiera demasiado énfasis y calor en defender su credibilidad... Con todo, yo sentía alegría al verla tan completamente emocionada, recordando las muchas cosas que habían dejado huella en su corazón, un viejo corazón de setenta años, pero que conservaba toda su sensibilidad; al oírla, se asomaban las lágrimas a nuestros ojos, porque hablaba con lenguaje adecuado de todo lo visto y oído. Y a quien vive y siente lo que dice, ¿quién se le puede resistir?

"En Torrelavega, en el "Hostal Gloria", me esperaba el padre de Loli; habíamos quedado en comer y volver juntos. Allí coincidimos con el señor cura párroco, don Valentín, que iba a Santander, a dar cuenta al señor Obispo de todo lo ocurrido el día anterior.

"Regresamos al atardecer, con tiempo suficiente para asistir a la primera aparición, única de ese día, que fue precisamente la de su hija... Nos tuvo en vela hasta más de las cuatro y media de la madrugada... Y a las seis, cuando yo apenas acababa de conciliar el sueño, me llamó el padre de Jacinta para ir a rezar el rosario a la Calleja. La niña esperaba allí, sentada sobre las piedras. Lo rezamos en soledad y silencio..., y luego fuimos a la iglesia: ante sus puertas todavía cerradas hicimos el rezo de una visita a Jesús Sacramentado. Entonces comprendí el sacrificio que suponía para una niña como Jacinta el levantarse todos los días a las seis de la mañana; si en un principio esto había sido un mandato de la Virgen, hacía meses que había dejado de serlo y, sin embargo, la niña seguía acudiendo, sólo por complacer a la azulada y blanca Señora."

De las varias cosas que el señor Navas recogió en sus notas del día 20, viernes, no quiero silenciar éstas:

"Después de comer, para estar preparado a lo que pudiera traernos la noche, dormí una buena siesta (había ya cambiado las horas de sueño con la facilidad de los niños). La habitación en que descansaba tenía semejanza con un sótano; era fresca y no había moscas, que tanto abundan en el pueblo, a causa del ganado; me daba la sensación de hallarme en una catacumba, en ambiente de gran recogimiento y fervor, digno de unos ejercicios espirituales, con una alegría interior y una paz similares a las que proporciona un cursillo de cristiandad..., bajo la mirada cariñosa y directa de la "Reina y Señora de cielos y tierra", según el título que le dan a veces en sus éxtasis las niñas videntes...

"Durante el día, comentando con algunas personas su fallida esperanza de recibir aquel día la comunión por mano del ángel, Conchita había dicho: "¡Qué pena que el ángel no haya venido!"; y preguntada por algunos sobre el motivo de recibir dicha comunión con mucha más frecuencia que las otras, contestó: "Es que soy la peor de todas". Me dijeron que esta respuesta se la había dado el ángel cuando la niña insistía en saber la razón de aquella diferencia...

"El día 21, sábado, cuando apenas llevaba durmiendo una hora, me despertó de nuevo el padre de Jacinta con unos golpecitos en la ventana de mi habitación: iban a ser las seis y la niña subía ya para el "cuadro", a rezar el acostumbrado rosario de la aurora. También nosotros fuimos para allá, acompañados de una viejecita. Encontramos a Jacinta sentada: había colocado un papel encima de la piedra para evitar la humedad de la lluvia, que había caído en escasa cantidad.

"Cuando terminamos el rosario, y como el día anterior, nos dirigimos a la iglesia, en cuyo pórtico rezamos la visita a Jesús Sacramentado..."

La jornada transcurrió si episodios de relieve, hasta las once de la noche, en que ocurrió el primer éxtasis. Fue de Loli, en la cocina de su casa. De él dice nuestro abogado palentino: "Fue algo maravilloso; no podía imaginarse nada comparable. El silencio era absoluto y la atención completa. La niña ofreció a la visión cuanto se hallaba dispuesto sobre la mesa para ese fin. yo había puesto una colección de estampas, compradas en Cabezón de la Sal, y cuyo tema era los títulos de la letanía; con mayor habilidad que un jugador de cartas, la niña abrió las estampas en abanico y se las presentó así, muy graciosamente, a besar a la visión... Se hallaba del todo transfigurada: su rostro era radiante y lleno de luz; su expresión no era de ella, sino angelical, parecía como si desprendiera un halo sobrenatural y a todos nos embargaba una sensación de serenidad y de paz, como de estar cabe le regazo de la Madre y Señora..."

Del éxtasis de Conchita, que siguió al de Loli, escribe don Luis Navas:

 "Salió de su casa y recorrió distintas calles del pueblo; dio una vuelta completa alrededor de la iglesia; fue al cementerio y estuvo arrodillada a su puerta; subimos con ella al "cuadro" y de allí bajó de espaldas en maravillosa danza extática; se rezó el rosario y después cantamos la salve: la voz de la vidente no parecía de este mundo... Aún hubo otros recorridos por el pueblo.

"La expresión de la niña estuvo definida constantemente por una inefable sonrisa, bien lejos del tono casi irónico que tantas veces adopta fuera del éxtasis. Cuando, ya hacia el final, se puso a devolver cadenas y medallas, comprobó que se le había caído una medalla; preguntó a la visión y quedó muy extrañada de su respuesta, pues se la oyó decir: "Pero, ¿cómo voy a perderla cerca de la iglesia, si no he salido de casa?" También se extrañó mucho, después del éxtasis, de vernos a todos sudando... cuando ella no tenía síntoma alguno de excitación o fatiga, ¡y había durado la cosa hasta las cuatro y media de la mañana! Nos acostamos contentos, porque la Virgen nos había deparado una noche, para mí, más feliz y rica de vida interior que la misma del día 18." (De otra noche de Garabandal escribe el doctor Puncernau en la página 9 del opúsculo citado:
Salí a la callejas. Hacía una noche fría y estrellada. Los luceros brillaban, para un barcelonés, con un fulgor inusitado.

"Pensé si sería verdad que la Madre del Cielo velaba y protegía con los brazos extendidos a los habitantes y transeúntes de Garabandal...

"Paseando por las callejas oscuras y solitarias del pueblo, yo también tenía esta sensación de protección.

"Con la cantidad y cantidad de gente que ha subido a Garabandal, nunca ha ocurrido, que yo sepa, ningún accidente desagradable.).

Durante la jornada dominical del día 22, don Luis Navas tuvo ocasión de estar holgadamente con las cuatro niñas, hablándoles y escuchándolas...

"Fueron ellas las que sacaron a relucir lo del "milagro" del día 18. Comprobé que alguna de ellas, concretamente Jacinta, aún no había hablado de aquello con su compañera Conchita. Y quedé sorprendido de la actitud que entonces adoptó. Jacinta, niña tímida, se mostraba de pronto dura, llevando siempre la iniciativa y vertiendo en su hablar una serie de juicios u opiniones que seguramente eran los que habían empezado a circular por el pueblo... Así llegó mi conocimiento algo de lo que esta gente piensa  y que suelen cuidarse de decir e presencia de forasteros... Cuando Jacinta iba diciendo los comentarios que corrían por el pueblo en relación con la discutida comunión del ángel, me daba la impresión de que ella se identificaba con aquellos dichos, o, por lo menos, los  admitía en parte, pues ponía en tono muy personal en lo que hablaba... Loli apenas despegó los labios; Mari Cruz se encerró en el silencio que en ella es habitual; y Conchita se limitaba a sonreír ante aquellos disparates, que reflejaban el carácter malévolo e irónico de gentes ignorantes, muy inclinadas a la desconfianza..., y eso que algunos del pueblo han podido presenciar de cerca, sin dejar lugar a dudas, la citada comunión.

"Me apenaba que existieran y salieran así a la superficie las grietas abiertas en la amistad entre las familias de las videntes, y que hacían también efecto en las mismas niñas. Más de una vez dije en aquellas casas que la Virgen quería a las cuatro juntas y que no las podían separar... Habían humanizado el reino de lo sobrenatural, que surge de las apariciones con pruebas y signos cada día más evidentes. Me hicieron recordar la escena del Evangelio en que la madre de los hijos de Zebedeo pide a Cristo que sean precisamente para ellos los dos primeros puestos en su obra... También aquí se afana cada familia por hacer resaltar a su hija, como distinguida por señales especiales, en prueba de la predilección de la visión y de las gentes por ella... Acaso Jacinta estuviera algo molesta por la distinción que suponía para conchita, si lo miramos con los ojos de la carne y no con los del espíritu o la fe, el hecho de la comunión milagrosa."

Don Luis Navas puso fin a aquel diálogo, "caracterizado –dice él– por una vehemencia que me resultaba extraña en Jacinta", con unas palabras conciliadores y de muy buen sentido cristiano...

El episodio resulta de veras interesante, no sólo por revelarnos el ambiente que había en el pueblo después de una fecha memorable, sino porque nos ilustra una vez más sobre la coexistencia de los más grandes dones divinos con muy bajas miserias humanas. Estas tienen que desagradarle a Dios; pero Él tiene infinita paciencia para esperar a que las almas las vayan superando.

La multitud de favores sobrenaturales que las videntes de Garabandal estaban recibiendo del cielo, no cambiaba sustancialmente su realidad de creaturas humanas, con una naturaleza en desorden, fuertemente influenciada por esa serie de malas inclinaciones que llamaos "pecados o vicios capitales". Dichos favores debían empujarlas a la lucha moral contra tales inclinaciones; pero no las libraban de ellas... y brotes de las mismas habrían de aparecer inexorablemente en más de una ocasión.

No debemos, pues, extrañarnos de que un cierto sentimiento de envidia se manifestara con motivo de aquella tan señalada distinción que Conchita había tenido el 18 de julio.

Y, para ponerlo peor, estaban las rivalidades aldeanas de las familias y los comentarios maliciosos de los vecinos.

Del lunes, día 23, escribe don Luis Navas:

"Sobre las diez de la mañana me senté a la puerta de la casa de María Dolores y ésta me dijo que, junto a la puerta de la iglesia e inmediatamente después de la visita que había hecho después de su rosario matinal, ella había recibido la comunión de manos del ángel, Esto yo no lo esperaba, pues hacía tiempo que sólo Conchita recibía la comunión así... También me dijo que había preguntado al ángel por el motivo de no haberles dado la comunión también a ellas el día 18, pues la gente del pueblo comentaba que seguramente había sido por ser malas, contestándole el ángel que no.

"Me llamó la atención que, llegando en aquellos momentos Jacinta, y al comunicarle Mari Loli lo de su comunión, Jacinta no contestase siquiera y siguiera al interior de la tienda en busca del pan, dejando desairada a su mejor amiga." ¿No sería tal vez –nos preguntamos nosotros– que Jacinta sintió un primer movimiento de fastidio al ver que ahora era otra la que recibía una "distinción"? La gracia no destruye la naturaleza (aunque ayude a reformarla), y la naturaleza de una mujer, aunque sea una pequeña mujer...

De las cosas que a continuación escribe el señor Navas Carrillo, sólo recogemos éstas, que nos parecen de mayor interés:

"He observado que la contemplación de los éxtasis de las niñas produce distintos efectos en las personas: mientras a unas las enfervoriza, a otras casi las escandaliza, confirmándolas en su incredulidad (¿Tendrá esto que ver con lo que se anunció a propósito de Jesús? "Puesto está este niño –dijo el anciano Simeón a María cuando la Presentación en el Templo– para caída de unos y resurgimiento de otros en Israel; será como una señala de contradicción, para que se hagan patentes las intenciones de muchos" (Lc 2, 34-35).)

"Me he informado de otro detalle muy significativo, ocurrido algún tiempo atrás. Acababa de nacerle a Loli un nuevo hermanito; al lado de él cayó un día en éxtasis y se la oyó hablar de él, manifestando en un lugar dado su gran asombro: "¿Cómo? ¿Tan pequeñito y ya en pecado mortal?" No le dio a besar el crucifijo hasta que el niño fue bautizado (Una vez más Garabandal venía adelantando "réplicas" a ciertas desviaciones, que pronto iban a mostrarse abiertamente en la Iglesia.

Y nadie ignora hoy, pocos años más tarde del éxtasis de Loli, lo que entonces sólo podían entrever los más entendidos: el asalto de cierta "nueva teología" al viejo dogma cristiano del pecado original... Y dicho asalto no ha cejado, a pesar de las rotundas palabras de Pablo VI, proclamando de nuevo en su Credo del Pueblo de Dios –29 de junio de 1968– lo que siempre ha creído la Iglesia católica romana.)

"Un día, las niñas, hablando sobre los pecados que más ofenden a Dios, colocaron en segundo lugar los que se comenten en el matrimonio; emplearon unas palabras cuyo significado estoy seguro que escapaba a sus rudimentarios conocimientos."

Aquel lunes, 23 de julio, don Luis Navas se despedía de Garabandal. El resultado de su estancia lo expresa él de este modo:

 "Tonificado por aires puros, tanto espirituales como materiales, mis continuas meditaciones me llevaron a aceptar con alegría interna las contrariedades de la vida, e incluso a mirar sin demasiado temor la muerte, que al fin y al cabo no es más que una frontera... He sentido un vivo deseo –y lo he pedido mucho a la Madre de Dios y Madre nuestra– de ser bueno de verdad, no a medias, corrigiendo, por ejemplo, mi brusquedad, mi terquedad, mi obstinación, que se da en mí al lado de una franqueza a veces excesiva, origen de no pocos disgustos y sinsabores; tratando de defender la verdad, no siempre he servido a la caridad; y debo estar convencido de que, si la caridad es darse, la santidad está en vencerse."

¡Sería magnífico que todas las visitas a Garabandal produjesen los mismo efectos!

 

* * *

 

El miércoles siguiente, 25 de julio, toda España se metía en una gran fiesta:

la de su patrono y padre en la fe, el Apóstol Santiago. Era la segunda vez que se daba tal fiesta en el Garabandal de las "apariciones".

¿No era acaso una fecha muy indicada para que ocurriera algo?

 

doña María Herrero de Gallardo,

lo oído de don Valentín Marichalar

 

Rebuscando en la embrollada multitud de referencias y testimonios que andan por ahí, me he encontrado con este apunte de doña María Herrero de Gallardo, que recoge lo oído a don Valentín Marichalar meses más tarde:

"–Ya ve, señora, a veces le cuento a usted cosas que no cuento a nadie, porque sé que usted las recibe bien y piensa en ellas, mientras que otros muchos las encontrarían ridículas.

"Me acuerdo, por ejemplo, del día del Apóstol Santiago. Era ya casi medianoche y una veintena de personas asistían a un éxtasis de las niñas... Yo contemplaba a veces el cielo, un hermoso cielo de verano, brillante de estrellas, con alguna que otra nubecilla blanca que atravesaba la atmósfera. De pronto –¡yo lo vi con estos ojos!, y también lo vieron las personas que digo– apareció nuestro santo patrón Santiago, sobre hermoso caballo blanco, tal como nos lo muestra la tradición histórica española; por unos minutos pareció hacer la ruta celeste, despareciendo a veces detrás de alguna nube y volviendo a aparecer de nuevo... Era de verdad admirable."

Yo no encuentro dificultad mayor en admitir que lo fue. Y calificaría, además, de oportunísima una nueva presencia del "Defensor almae Hispaniae", cuando de nuevo llegaba para su gente la hora de las grandes batallas de la fe, con muchos enemigos por dentro y por fuera. Si tanto había contado él en tiempos en que las galopadas y mandobles servían para algo, más podía contar a la hora de hacer frente a unos enemigos que manejan armas más a su medida de Apóstol "Hijo del Trueno" (Mc 3,17.).

 

Visitantes cualificados

 

Tres días más tarde, el sábado día 28, llegaba por primera vez a Garabandal un ilustre sacerdote de Madrid (Aunque incardinado desde hacia muchos años en la diócesis de Madrid, y con importantes cargos o funciones en ella, dicho sacerdote procedía de la tierra leonesa del Bierzo, y allí tenía de párroco un hermano, en la iglesia madre de Ponferrada: Ntra. Sra. de la Encina.): don Enrique Valcarce Alfayate. Dejó constancia de sus impresiones en un informe que escribió luego en Comillas y que lleva la fecha de  30 de julio de 1962.

 

don Enrique Valcarce Alfayate

 

Su más interesante experiencia, la participación en una marcha extática de las niñas, la cuenta así él:

"Después del rosario, yo me quedé rezando unos momentos en la iglesia... Súbitamente entra el doctor Ortiz y me dice que salga, si quiero ver a las niñas en éxtasis. Salí inmediatamente; pero ellas ya iban caminando, con la gente detrás. Me abrieron paso y logré unirme a Mari Loli y Conchita, que marchaban juntas, cogidas del brazo (luego me di cuenta de que las otras dos, Jacinta y Mari Cruz, iban de la misma forma con otro grupo y por distinto camino) (En carta del 2 de agosto decía Maximina a la familia Pifarré: "El sábado (28 de julio) fue de una emoción grandísima. Había mucha gente, y tuvieron aparición las cuatro. Andaban separadas, de dos en dos; como había tantísima gente, estuvo mejor así: unos a un lado y otros a otro..

"Las cuatro cantaban el rosario a una, por distintos lugares. Cuando nostras estábamos con Loli y Conchita en los Pinos, se oía perfectamente cantar a los que iban con las otras dos por el pueblo: todos cantando a la vez, arriba y abajo. Miren: hacía una sensación maravillosa. Parece que estoy viendo al doctor Ortiz cantando con todas sus fuerzas. Bueno, todos cantábamos lo que podíamos.")

"El fenómeno, en conjunto, fue para mí algo tremendo y sorprendente. Aquel caminar precipitado por lugares verdaderamente difíciles, casi inaccesibles, sembrados de los perores obstáculos..., corriendo a veces a velocidades increíbles, como si las niñas tuvieran alas en lo pies..., lo mismo de frente que de espalda, con la cabeza fuertemente echada hacia atrás, con los ojos sin pestañear y fijos constantemente en la presunta visión...

"El recorrido se hacía cantando el santo rosario (primero las niñas y luego el pueblo), menos los padrenuestros y ciertas jaculatorias, que rezaban las niñas con gran devoción, con mucha pausa y gran sentido; también el canto lo hacían con hermosa entonación, con gran dulzura de voz y mucha armonía.

"Este recorrido duró desde las 10,15 de la noche, más o menos, hasta pasadas las 11,30. Durante casi todo el tiempo yo pude ir cogido del brazo, bien de Loli, bien de Conchita; gracias a ir cogido de esta forma, pude seguirlas a pesar de tanto obstáculo, corriendo velozmente y con extraña sensación de seguridad...; las caídas y los tropiezos, que tuve varias veces me ocurrieron siempre en momentos en que me había desligado de ellas... (Conviene advertir que don Enrique Valcarce tenía ya sus años y que ni estaba falto de kilos ni precisamente en forma para una carrera de obstáculos... Sólo asido a las niñas se sentía él extrañamente ligero.

–¡Por Dios, señor Cura! –le dijo alguien–. Suéltese, que se va a matar por esos caminos y a esas velocidades.

No tenga cuidado –replicó él–; me siento como si me hubieran quitado cuarenta años de encima.).

"La terminación de todo tuvo lugar a las puertas de la iglesia, cerrada. Primero, Loli levantó a pulso a Conchita, mayor que ella, y luego conchita hizo lo mismo con Mari Loli. Después se arrodillaros y súbitamente recobraron su actitud normal, mirándose con una sonrisa, que luego nos repartieron a todos."

A estas experiencia de la jornada del sábado pudo añadir don Enrique las del día siguiente, domingo, 29 de julio, que también lo pasó en Garabandal, celebrando, por encargo de don Valentín, la misa del pueblo, a las nueve de la mañana.

Y la "impresión personal" de lo vivido la consignó así en su informe de Comillas:

"No me causó buena impresión la rivalidad acusada por Conchita en relación con las otras niñas... (Cuenta don Enrique en su informe:

"Tuve la fortuna de que las primeras personas con quienes me encontré fueran las presuntas videntes. Acababa de oír que aquel día, sábado, 28 de julio, había recibido Mari Loli la comunión de manos del ángel, y solamente ella. Al encontrarme, pues, con Conchita, pronto le dije que ya sabía que Mari Loli había recibido la comunión... Me replicó en seguida con cierto aire de reconvención: Yo también, yo la recibo muchas más veces que ninguna; yo, casi todos los días; ellas, muy pocas veces..."

Si el informe de don Enrique reproduce fielmente el tono y las palabras de Conchita, hay que reconocer que la niña estaba aún tan lejos de la perfección como los discípulos de Jesús que todavía en la Última Cena andaban disputando sobre a quién de ellos correspondía ser el mayor (Lc 22, 24).); tampoco el prefijar la hora de los éxtasis; ni el hecho de aquellas corridas, aparentemente alocadas (A la hora de hacer el informe, en frío, le parecían así a don Enrique; pero ya queda apuntado cómo él tenía otros sentimientos cuando iba en el vuelo de las mismas.), ya en torno a la iglesia, ya de los Pinos a la iglesia y de la iglesia a los Pinos o al cementerio, ya por las calles del pueblo, una y otra vez... (No sería difícil hacer observaciones a estas y otras dificultades de don Enrique, bien explicables en quien sólo tenía una brevísima experiencia de Garabandal. Los que me hayan seguido atentamente desde el comienzo podrán seguramente ver más claro en todos esos puntos para él oscuros.)

"Sin embargo, el conjunto de todo esto que he tratado de describir era realmente algo tremendo y sorprendente. Aseguran que no es producto de enfermedad, ni psíquica, ni orgánica. Pues entonces, me parece que el hecho no tiene natural explicación

"Las niñas ofrecen una expresión de gran atractivo cuando están en éxtasis, una expresión frecuentemente angelical (por ejemplo, en el caso de Mari Loli)...; pero en estado normal son más bien retraídas, muy remisas en palabras...

"Los reparos que he puesto antes, no conviene desorbitarlos; ese mismo hecho de la rivalidad que creía descubrir entre Conchita y las demás es buena prueba de que no se trata de una trama urdida conjuntamente por las cuatro... Lo que me deja más perplejo es el hecho de las corridas alocadas y, al parecer, sin fundamento.

"Pero reconozco que me faltan elementos de juicio para tomar una posición definitiva. Sería preciso ir más veces al pueblo y observarlo todo más minuciosamente.

"Desde luego, si no se encuentra explicación médica para esos fenómenos, yo resueltamente rechazo como explicación el hablar de una trama urdida, sea por las niñas, sea por terceras personas. Pero no me atrevo a decir que se trate de un fenómenos sobrenatural, debido a la Señora. Entonces, ¿qué es? No lo sé."

 

doctor don Ricardo Puncernau,

conocido neurólogo de Barcelona,

 y el sacerdote don Luis López Retenaga,

 

Si el ilustre sacerdote de Madrid salía de Garabandal sin saber a qué atenerse, sin atreverse a opinar, no pasó lo mismo con dos visitantes que llegaban al pueblo precisamente por los días en que él marchaba. Hay que consignar sus nombres, porque forman ya parte de esta difícil historia: se trata del doctor don Ricardo Puncernau, conocido neurólogo de Barcelona, y del sacerdote don Luis López Retenaga, prefecto de teólogos en el seminario diocesano de San Sebastián

No he podido precisar exactamente el día de su llegada; pero ciertamente estaban en Garabandal a primeros de agosto de este año de 1962; y si para el neurólogo ya no era ésta la primera visita, quizá sí lo era para el sacerdote.

El abogado señor Navas salió de Garabandal, según queda dicho, el lunes 23 de julio y no pensaba regresar hasta el sábado día 11 de agosto, para quedarse ya a celebrar allí la fiesta de la Asunción. Pero regresó una semana antes. Él lo explica:

 "Estando con mis cuñados, en Santander, hice prender en ellos, primero, la curiosidad y, luego, el interés por lo de Garabandal, de modo que acordamos volver allá el sábado día 4.

"Me produjo gran satisfacción encontrar allá amistades que habían nacido al calor de las apariciones, en clima de fervor y fraternidad cristiana muy similar al que se crea en los Cursillos de Cristiandad. Allí estaba el doctor Puncernau, venido desde Barcelona, esta vez en compañía de su esposa e hijo mayor. Le destaco entre otros por su condición de neurólogo, que ha proporcionado al señor cura párroco un informe completo sobre la incontrastable normalidad de las videntes, antes y después de los éxtasis.

"Se encontraban también allí bastantes sacerdotes y religiosos, entre ellos uno de San Sebastián, que tenía el propósito de informar sobre todas estas cosas al señor Obispo de su diócesis."

Este sacerdote guipuzcoano era sin duda don Luis López Retenaga, aunque el don Luis que nos informa no dé, por desconocimiento o por olvido, su nombre (No quiero pasar por alto este aparecer de don Luis López Retenaga en Garabandal, porque él iba a asumir un puesto relevante en la observación y enjuiciamiento de aquellos fenómenos; quizá pueda decirse que trató de ser para los hechos de 1962 lo que había sido al P. Ramón María Andreu para los de 1961.

Logró captarse pronto la confianza de las videntes y sus familias, con lo que se aseguró un puesto de privilegio para seguir de cerca los acontecimientos.

Fruto de sus observaciones y reflexiones es un largo informe en tres partes, dirigido al entonces obispo de Santander, don Eugenio Beitia Aldazábal. La primera parte está fechas en San Sebastián, 198 de diciembre de 1962. La segunda, en la misma ciudad el 6 de abril de 1963. Y la tercera, el 9 de septiembre de dicho año. Más de una vez tendremos que recurrir a tal informe en lo que aún nos queda de historia.).

"Como en otras ocasiones –continúa su relación el señor Navas–, también este día de sábado, día de la Señora, nada más salir del rosario, en el mismo pórtico de la iglesia, quedaron en éxtasis Conchita y María Dolores. Grande fue mi alegría por esto, pues yo nunca las había visto juntas en éxtasis desde aquel famoso 18 de octubre del año anterior, día del mensaje, aunque en tal ocasión habían estado juntas las cuatro.

Salieron cogidas del brazo, como si Mari Loli se dejara llevar dócilmente por la hermana mayor, obedeciendo las indicaciones de la visión..."

Lo que a continuación cuenta el abogado coincide sorprendemente con lo que escribió don Enrique Valcarce en su informe acerca de lo ocurrido el sábado anterior, de donde podemos deducir que, dentro de la casi continua variación de los fenómenos (en lo accidental), se daba por estas fechas una cierta uniformidad de procedimiento.

De don Valentín, el párroco, tenemos unas notas que, aunque brevísimas, complementan todas éstas de don Luis Navas, ayudándonos a imaginar mejor el ambiente de Garabandal por aquellos primero días de agosto de 1962:

"Día 3. A las cuatro de la mañana se puso en éxtasis Loli, en su casa; había mucha gente: de Barcelona, de Madrid, de Santander...; un sacerdote, un claretiano y un jesuita. Dio a besar los objeto a la visión y después se los iba poniendo a sus dueños... No salió de casa.

 

"Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra"

 

Día 4. Después del rosario, a las 9,30, se pusieron en éxtasis las cuatro niñas. Fueron hacia el "cuadro", llegaron después hasta los Pinos rezando el rosario; en las avemarías decían "Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra"... (Parece que a don Valentín le hizo mucho efecto la añadidura esa de "Madre nuestra" en el rezo del avemaría. Y no sólo a él; don Luis Navas, el abogado de Palencia, que estaba presente ese día, como ya queda dicho, escribió: "Nunca las habíamos oído decir así: Madre de Dios y madre nuestra; por lo que el sacerdote del pueblo tomó nota de este detalle interesantísimo, que tanto refleja el carácter maternal de la Virgen; dicho así por las videntes, con su tono a media voz, suave, delicada, melodiosa, infundía placidez en nuestro ánimo, como si presintiéramos a nuestra excelsa Madre por encima de nuestras cabezas."

Comprendemos la emoción del señor Navas. Pero si aquella nueva forma del "Santa María" era para él de una absoluta novedad, seguramente ya no lo era para don Valentín, a no ser por el tono e insistencia de las niñas, pues el "Madre de Dios y Madre nuestra" parece que se oyó por primera vez en Garabandal el 1 de agosto del año anterior, según ya dijimos en su momento.) Bajaron de espalda hasta la iglesia; dieron algunas corridas Duró todo como una hora. Había dos profesores (seminario) de San Sebastián, un claretiano, un jesuita –el P. Alba, de Barcelona– y don José Ramón." (Ya sabemos quién era uno de esos dos profesores de San Sebastián; don José Ramón, el cura de Barro (Asturias), nos es de sobra conocido; y en cuanto al jesuita de Barcelona, P. Alba, baste con decir que es un benemérito apóstol, sumamente apreciado en círculos piadosos o espirituales de la Ciudad Condal; ¿quién era entonces el claretiano, que dice don Valentín? Seguramente el "P. Misionero" de que habla en una carta Maximina; en algún relato he visto el nombre de P. Ellacuría.

Como puede apreciarse, buen plantel de sacerdotes visitantes.)

 

* * *

 

Vemos, pues, que al comenzar este segundo mes de agosto en el Garabandal de las apariciones, allí continúan sin eclipse los fenómenos; y, sobre ellos, abiertos, todos los interrogantes... Suben y bajan los simples curiosos, pero también los que seriamente buscan entender el porqué y el para qué de todo aquello.

Perdura aún la estela del día 18 de julio, el día del "milagro de la forma".

Ahora ya vemos mejor que aquel milagro, o "milagruco", inequívocamente anunciado, venía primordialmente para llamar la atención hacia lo más importante que tenemos en el ámbito eclesial o cristiano: la presencia del Dios-hombre entre nosotros como realidad cotidiana y como sustento; pero, según tantas veces ocurre con las "cosas de Dios", sirvió también de prueba..., con lo que fue ocasión de confirmaciones y caídas. Unos creyeron más que nunca, otros dudaron más que nunca; unos se entusiasmaron, otros se desinflaron..., y algunos hasta se envenenaron con el espíritu más opuesto a la eucaristía, el de la discordia, las rivalidades o los celos.

El desconcertante misterio siguió, con todo, adelante. La expectación por su posible sentido y finalidad no se amortiguó y por cada defección que se producía en las filas de los primeros seguidores, surgían pronto nuevas adhesiones entre los llegados de última hora.

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A. M. D. G.